domingo, 7 de marzo de 2010

El Paso visto por los ojos de una extranjera

Nunca había visto nada igual. Lo comparé con una piel llena de viruela. Yo había imaginado el desierto como una extensión de arena infinita. Ahora desde el avión contemplaba una escena completamente inexplicable para mi. ¿Qué eran esas manchas verdes o grisáceas? Tienen que comprender que para alguien que nació en plena zona tropical, en medio de una sábana rodeada de montañas de un  verde intenso, un lugar como este resulta completamente... novedoso.

Y ese fue mi primer encuentro con El Paso, Texas. No muy afortunado. Más bien chocante. Mi esposo acababa de recibir una oferta para trabajar como radiólogo en Texas Tech.  Él, desde luego emocionado con la perspectiva profesional, veía todo maravilloso. Les confieso que yo, no tanto. Aunque yo me adapto fácilmente a los cambios, como me he tenido que mover muchas veces, prefiero no hacer comparaciones porque siempre hay algo mejor o peor de lo que uno deja atrás.  Las situaciones son simplemente distintas. Pero el paisaje agreste de El Paso era MUY diferente. Mi esposo y yo somos colombianos, pero hemos vivido en Ciudad de México, Miami, y Milwaukee. De allí veníamos, de las frías tierras, pero también verdes, de Wisconsin y por supuesto el cambio de clima era un punto a nuestro favor. Sin embargo cuando le comentaba a mis amigos que veníamos a El Paso nos miraban con cara de compasión...

¡Cómo ha cambiado mi percepción desde entonces! Ya llevo casi cuatro años en esta ciudad y me siento muy a gusto. El Paso es como vivir en México organizado por los americanos, me dijo alguien y creo que es una buena descripción. El ambiente latino y la amabilidad de la gente son muy especiales. Además, claro que es muy interesante vivir en la frontera. Eso de ser de aquí y de allá. Que casi todo el mundo es bilingüe. Qué aún los anglosajones saluden ¨Hello mija¨ es muy peculiar y quizás la gente que ha nacido acá no se da cuenta de esa facilidad y de la gran oportunidad que tienen. Cuando uno crece en medio de dos culturas tiene la posibilidad de adaptarse más fácilmente a los cambios, de entender mejor a otras personas, de ser tolerante, simplemente de comunicarse mejor.

Es una lástima que los distritos escolares no se preocupen realmente por formar y fomentar la educación bilingüe. Tienen sin duda, un potencial muy grande que desperdician,  porque solo unas escuelas con directivos con visión lo han implementado. Pero ese me gustaría que fuera el tema de otra de mis columnas. Simplemente lo menciono porque es una lástima que los jóvenes crezcan únicamente con el español de sus abuelitas y no lo sepan escribir. ¡Creo que pierden una oportunidad enorme! Pero en fin. Para una persona como yo, que lleva seis años trabajando en EEUU en el tema del mercado hispano, vivir en esta ciudad representa una linda oportunidad.

Me he encontrado con una ciudad diversa y abierta. Aquí uno encuentra gente de muchos lugares del mundo. Desde luego muchos mexicanos de Chihuahua, mexicanos de otros lugares, gente de otros estados de la unión americana que están aquí porque trabajan en compañías multinacionales (en las famosas maquilas de Ciudad Juarez), y desde luego están los militares, pero también hay europeos, indús, árabes... Más bien, a decir verdad, he conocido poca gente de El Paso. Mejor dicho, paceños nacidos aquí, por lo menos yo, no he conocido tantos.

El hecho de ser una ciudad diversa, la hace que esté en constante movimiento. Por eso no la siento estancada, sino en desarrollo, en constante cambio. Quizás como el Miami de hace unos 35 años, cuando la inmigración cubana la volvió una urbe cosmopolita para los latinos, ahora El Paso, con el empuje de los empresarios mexicanos que están inmigrando por la complicada situación violenta de su país, se está convirtiendo en una ciudad pujante, con interesantes ofertas culturales y comercio, muy distinta a la imagen polvorienta que se tiene de las películas.

Se vive bien y tranquilo en El Paso. A pesar de las tristes historias que vive nuestra vecina, Ciudad Juarez que ojalá logren controlar pronto. Incluso he aprendido a disfrutar del paisaje. La montaña rocosa es sin duda inspiradora. ¡Los atardeceres y sus colores son algo espectacular! Alguien incluso mencionaba la fortuna que tenemos de no tener desastres naturales. Aquí no tiembla. Ni hay huracanes... Así que me siento contenta de vivir en El Paso, mejor dicho, ¡que viva El Paso!

martes, 2 de marzo de 2010

Es oficial: me he convertido en mi mamá

Mi mamá es de esas sobre protectoras. Cuando éramos niños nos ponía siete capas de ropa que cuando uno pretendía jugar en los columpios, la cantidad de sweateres y el poncho te impedía moverte. No nos dejó gatear porque era una pena que los niños se ensuciaran y ya de grande, en la prepa, cuando me salía  sin desayuno, mi mamá llamaba al colegio y me sacaban de clase para darme de comer... De ese calibre es mi mamá. Aún sigue siendo igual, con los hijos y con los nietos.

Recuerdo el día en que mis hermanos se fueron de campamento. Debían tener 10 y 11 años. Un fin de semana largo, a unas horas de la ciudad. Yo la acompañé a dejarlos en el autobús. Todos los papás, los normales, dejaban a sus hijos y se iban. Mi mamá no. Se quedó ahí, parada al lado del bus y le golpeaba en la ventana a mis hermanos, ¨se le quedó la cantimplora, no se le olvide ponerse bloqueador y repelente para los moscos...¨ Mis pobres hermanos la miraban con compasión y querían que se los tragara la tierra porque por supuesto iban a ser la burla de sus compañeros. Uno de plano resolvió cerrarle la ventana: ¨ya mami. No más¨. Pero ella insistía... ¨creo que tenemos tiempo de ir por la cantimplora¨y claro...ahí vamos, a la casa, por la cantimplora. Regresamos. De nuevo los golpes en le vidrio. Esta vez con sonrisa triunfal y cara de resignación del niño. Bueno ya vámonos, le digo yo. Y me hace caso. Pero, ¿qué creen? Se quedó esperando. ¨Yo no me voy de aquí hasta que el bus se vaya¨, afirma... ¨Ay no mamá, no es cierto¨. Y lo peor ahí no acaba. Salió el autobús  y mi mamá se va detrás... ya déjalos, de por Dios.

Bueno. Muchos años después. Mi hija tiene once años. Está en un nuevo colegio y los llevan de excursión. Se van de campamento cuatro días. A un parque natural con caminatas, rafting. Seguro se la va a pasar fenomenal. Yo muy civilizada, le compro todo lo que necesita y hago todos los preparativos con ella. Que si necesita zapatos especiales, que la maleta, que una bolsita para el shampoo, en fin. Nos la pasamos dos o tres días en las tiendas, frente a la protesta de mi otra hija que está más chiquita, y le aburren las tiendas, pero además  le dan celos tanta atención para su hermana.

El día esperado llega. Es hoy. Es la primera vez que mi hija se va a ir de viaje sin mi. Pero yo no soy como mi mamá. No, yo no. Yo soy civilizada. Tranquila. Es una experiencia que sin duda le va a servir... Muy interesante. No se por qué, porque desde luego no estoy nerviosa, o eso quisiera creer,  no pude pegar el ojo en toda la noche... y ¿si se le olvida el cepillo de dientes? y ¿si le da mucho frío? Bueno, que tontería. Ya vámonos mijita. LLegamos y mi hija se encuentra con todas las amiguitas igual de emocionadas. ¨Mira mami todas están de pants y yo me traje jeans¨, dice nerviosa..., pero no importa, da igual, le digo... Pero por dentro por supuesto me da coraje con la niña que le aseguró que todas iban a estar de jeans y hasta ella misma trae pants. Lo importante es que la niña está feliz. A todas las mamás se nos nota algo de nervios,  pretendemos actuar muy cool, como dirían las niñas, pero que va, todas sentimos las mismas ñáñaras. Entonces pienso en mi mamá. Ahora soy yo la que está de pie junto al autobús y mi hija se despide entusiasmada por la ventana. El autobús arranca y a mi se me apachurra el corazón. Le digo adios con la mano. Ahh caray... mami como te entiendo ahora. Yo también quiero salir detrás del bus y saber donde va a dormir y protegerla para que duerma bien y no la piquen los moscos. Pero ni modo. El oso, ni de vainas! dirían en mi país, ni de riesgos. Ahí me quedo. Estoica. Mirando como parte el bus y no puedo más que pensar en mi mamá...